• ¿Qué nos enseñó el Consejo de las 13 abuelas Indígenas?

Foto Marisol Villanueva.
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Extractos del libro “La voz de las 13 abuelas”, Carol Schaefer. Editorial Luciérnaga, 2088.
Según las abuelas del Consejo Internacional de las 13 Abuelas Indígenas la supervivencia de una tribu se basa no solamente en vivir en armonía con la Naturaleza sino también en vivir en armonía con el prójimo. El pilar más fuerte de la tribu era la familia. Así, el bienestar de cada familia era esencial para el bienestar de la comunidad. En la naturaleza, encontraban reflejo de los diferentes roles que hay dentro de una familia. Se daba por hecho que tanto los hombres como las mujeres son espíritus vivos en carne y hueso, reflejos del amor de la Creadora, del principio madre/padre. La Tierra era la Gran Madre, la que da y alimenta la vida, el principio de energía femenino. El Cielo y el Universo eran el Padre o el Abuelo, el principio de energía masculina.
Los pueblos indígenas dependían por completo de la Naturaleza. Por eso, para ellos la vida, toda vida, era sagrada. En ningún momento se veían separados de la Naturaleza ni del cosmos. Lo que se le hacía a la Tierra y a sus habitantes se lo hacían también a sí mismos. Todo era parte del Uno. Los animales y las plantas del planeta no eran objetos. En el momento en el que la Naturaleza se cosifica surgen los malos tratos y la falta de respeto.
De acuerdo con la autoridad familiar, que tradicionalmente representaban las mujeres mayores, las Abuelas eran las guardianas que debían velar por la supervivencia física y espiritual de la familia y, por tanto, de la tribu. Las abuelas se convirtieron en las depositarias de las enseñanzas y de los rituales que permitían florecer a la tribu y se encargaban de mantener el orden social. En muchas tribus del mundo, incluida la Nación Iroquesa (en cuya Constitución se inspiró la de EE.UU.), se consultaba siempre al Consejo de las Abuelas antes de tomar una decisión importante. Por ejemplo, la decisión de ir a la guerra o no.
Los pueblos indígenas vivían siguiendo un sistema comunal basado en la reciprocidad. Todo el mundo compartía lo que tenía y todo el mundo cuidaba de todo el mundo. No existía el acaparamiento, lo que propiciaba que ningún miembro de la tribu se quedara sin nada y que todos prosperaran por igual. La comida que conseguían los cazadores se repartía entre todos los miembros de la tribu. Así, si un cazador era especialmente bueno, no se quedaba una parte mayor de la caza para él sino que se le daba un lugar de honor en la tribu.
El concepto de escasez no existía, y no existía la necesidad de acumular pertenencias personales. Las tribus sabían perfectamente lo que necesitaban para sobrevivir, sabían lo que era suficiente. Pronto aprendieron que compartir y trocar aumentada el valor de lo que se daba y que la acumulación, cuando ya se tenía suficiente, detenía el flujo de los recursos. Cuando todo el mundo se beneficiaba, el individuo se beneficiaba todavía más. Las Abuelas nos recuerdan que podemos aprender del sistema tribal que toda la Humanidad puede prosperar mientras que los miembros del los pueblos indígenas pueden aprender del mundo moderno cómo ganarse la vida cuando salen de sus comunidades tradicionales.
Según las Abuelas, incluso las piedras tienen espíritu. De hecho, se dice que las piedras son las que tienen mayor memoria porque son los seres más antiguos del planeta. Según las enseñanzas indígenas, el espíritu de algo está en su corazón y en ese espíritu está la esencia de la mismísima Creadora, o como quiera que cada uno llame a la fuerza divina. Un acto tan sencillo como coger una piedra y sujetarla en la mano en silencio puede cambiar a una persona de manera sutil y profunda. Según las Abuelas, encontrar mundos diferentes en una simple piedra nos hace descubrir mundos diferentes dentro de nosotros mismos.
Las Abuelas nos recuerdan que a través de visiones, de sueños, de la oración, la ceremonia y el ritual podemos acceder al mundo sagrado de los espíritus de la naturaleza. Las ceremonias y los rituales nos permiten participar en los mitos o arquetipos de nuestra cultura y sirven para sacarnos de la realidad ordinaria. Los rituales que se realizan con una intención propician la concentración y nos permiten acceder a niveles desconocidos de la mente para comunicarnos con los reinos espirituales en busca de profecía y guía y para influir en los acontecimientos.
Según las Abuelas, el propósito más alto de la espiritualidad es tocar el misterio que va más allá de las palabras, y que sólo puede ser percibido en silencio y en soledad. Escuchar el silencio lo coloca a uno en contacto con la energía, la vibración y las fuerzas espirituales que son el corazón de la creación. Las Abuelas creen que debemos regresar a nuestro espíritu interno y al espíritu de todas las cosas, pues nos hemos desviado al buscar la felicidad fuera de nosotros.
Las Abuelas son conscientes de que ha habido una corrupción innegable del espíritu de la humanidad. La familia humana global, un macrocosmos del sistema tribal, está perdida, confundida y enferma. Estamos desconectados de nosotros mismos y del planeta que alimenta nuestro cuerpo y nuestra alma. La violencia y la guerra han traído el hambre, la pobreza, la pérdida de la cultura y el avasallamiento de los derechos humanos. Hay lugares en los que el agua, la sangre de nuestra Madre Tierra, está tan contaminada que no se puede beber y otros en los que el aire está tan contaminado que no se puede respirar. Las Abuelas se preguntan si, de verdad, queremos que esto siga así. ¿Es éste el mundo que queremos dejar a las próximas generaciones? Hemos perdido la enseñanza más fundamental: que toda vida es sagrada.
Como todas las formas de vida están conectadas las Abuelas creen que la calidad de vida y la evolución espiritual no están separadas de la política ni de la conciencia. Las culturas que no derivan ni están basadas en las leyes naturales no tienen raíces y no pueden sobrevivir. Si no tenemos una profunda conexión con la naturaleza, vamos a la deriva, entramos en la negatividad y nos destruimos a nosotros mismos espiritual y físicamente. Sin embargo, si estamos profundamente conectados con la Naturaleza, vemos belleza por todas partes. Para empezar, en nosotros mismos.

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